VIAJE A ESPAÑA (2 DE 2)

Por Carlos Enrigue

Para estas alturas delpartido ya todos los viajantes andábamos hablando como Hugo Sánchez, todos, menos un maestro de gramática que, espantado por como hablábamos confundiendo zetas por eses y por ces, quería huir. Aquello era un batidillo de mal hablar, pues con ello el maestro prefirió abandonar el grupo y creo que todavía viene nadando. A los cuatro días ya todos estábamos sacando nuestros blasones españoles, todos teníamos ya uno o dos abuelos españoles, y como yo no tengo ninguno, adopté el de una vecina que tenía un abuelo de esa nacionalidad; ahora que, puede ser que tuvieran parientes peninsulares pero la cara la tenían de nacionales.

Hubo una discusión muy fuerte ya que el guía (que después de cinco días parecía varios años mayor que cuando lo conocimos), propuso ir a Consuegra, lo que causó una fuerte oposición de los viajantes libres, los que llevaban suegra no opinaron, pero al fin coincidimos en ir a Valdepeñas a una casa embotelladora de vinos. Éstos, como estaban en muy buen precio, provocaron que el personal ingiriera tinto en cantidades superiores a las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud; cierto es que la forma de beber el tintorro no fue tan ortodoxa como lo mandan los cánones, algunos lo rebajaron con agua gasificada, otros lo tomaban en Calimotxo (vino tinto y coca), y otros más osados lo tomaron mezclado con tequila. El catador de la casa tenía los ojos como platos, pero ya pedos, un sujeto de Tonaya, que fabricaba raicilla en su tierra, se sintió colega del dueño de la fabrica de vino –que ya estaba muy visto– y a jalones se le abrazó y le declaró su amor de hermano, a lo que el manchego no dejaba de poner cara de azorado ante las efusiones de nuestro compatriota. Después, cómo no, se cantó “El rey” y gritaron “mueran los gachupines y arriba el Cura Hidalgo”, alguien saco una guitarra y todos cantamos –hasta el dueño de la planta-, cuando estábamos en lo más álgido de “qué te ha dado esa mujer/ que te tiene tan engreído…”; al catador se le ocurrió pedir “Cielito lindo”, porque dijo que era de su tierra, con lo que un viajero sintió que nos quitaban nuestra canción, lo que casi provocó que llegaran a las manos. Salimos del sitio como pudimos y nos subimos al Pullman, que olía como jaula de leones de circo pobre.

Despertamos el sexto día bajo una estatua de un arcángel junto al río, donde muchos aprovechamos para asearnos. Con la cruda general aquello parecía hospital de campaña, el señor que no cenaba más que en su casa pedía un médico que lo abriera en canal o un cura para que lo santoleara. Después supimos que estábamos en Córdoba y muy cerca de la Mezquita, por lo que el sufrido dirigente del viaje comenzó a narrarnos que tan maravillosa obra había sido construida por un sultán, cuyo nombre la verdad no me acuerdo, perteneciente a una ilustre dinastía, de la que tampoco me acuerdo, pero el hecho es que nos dijo que las mezquitas estaban orientadas a la Meca para que pudieran orar los musulmanes, y que por ese lado era la entrada de luz para que se transparentaran las ropas de las esposas del sultán para gozo de los orantes. Eso fue más de lo que pudo resistir la suegra del cohetero, quien dijo que faltaría más que viniera tan lejos para adorar a falsos dioses, que ella aborrecía las sectas y que capaz que se encontraba a Bin Laden adentro, algunas otras suegras la apoyaron. El clímax del asunto fue cuando nuestro guía le indicó que no tenía de qué preocuparse, que dentro de la mezquita había una iglesia católica, lo que le pareció mucho peor, y decretó que los curas que habían puesto un templo en una iglesia pagana estaban condenados a los fuegos del infierno, en la parte más caliente; pues se amachó y con sus seguidoras no entró.

Lo anterior me recordó que mis tías Soledad y Austreberta, hermanas de mi tío Tolito, cuando fueron a Roma y vieron el Juicio final en la Capilla Sixtina perdieron la fe al ver tantos encuerados y si el papado no había ordenado clausurar esa inmundicia, decían, era porque el demonio había penetrado la Iglesia.

Después nos llevaron a las ruinas de una ciudad árabe y el cohetero se preguntaba si habíamos ido a España ¿por qué nos enseñaban cosas árabes en lugar de españolas?      

De ahí partimos rumbo a Sevilla y quedamos todos azorados de la belleza de la ciudad. Como siempre, surgieron problemas, ya que los mexicanos no resistimos ver un altar dorado en España sin pensar que era nuestro oro, olvidándosenos, entre otras cosas, que también Perú cooperó. En acción punitiva, para la recuperación del oro de la Giralda, un par de colegas que venían con nosotros, armados de un estandarte de la guadalupana, que no sé de dónde sacaron, se lanzaron al asalto de la Torre del oro, pensando que ahí se guardaba éste; el delito no se consumó porque no pudieron ni entrar, y nadie se dio cuenta del intento de asalto.

Cuando visitábamos La Maestranza de Sevilla, vimos que de un restaurante de enfrente, llamado La puerta grande, salía el maestro Curro Romero –para los que no sean taurinos, Curro es El torero-, iba con un cuate que se parecía a Chuy Lemus vestido de corto, y yo creo que era él porque aparte de ser muy conocido, la gente le decía que si era “esú de gra podé”.

Por la noche nos fuimos a un tablado flamenco, a mí me encantan los tablados flamencos, pero más que gustarme los cantantes y bailarines principales, me gustan las gordas de atrás del escenario que ni cantan ni bailan, sencillamente palmean y le echan porras al que está bailando o cantando, diciéndole “que ere er má grande”. El doctor chaparrito, al que le robaron la noche, decidió subirse al tablado y al dar un giro inesperado, quedó enredado con la guitarra del músico, la cual tuvo que pagar, lo que hará que en años no olvide el suceso.

Para terminar la excursión, el personal decidió ir a buscar un pueblo que se llama Dos hermanas, pegadito a Sevilla, lugar donde viven los hermanos Del Río, autores de la famosa canción “Macarena”, la cual bailamos al ritmo de otros doscientos ciudadanos del lugar. Lo que no se dice en los discos es que Macarena, la musa de la canción, es de mi edad y mi rodado.

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