Enrique Alfaro es el Gobernador de Jalisco, de la era moderna, que asume el poder en franco enfrentamiento con el Gobierno Federal, lo que le dificulta responder a las expectativas planteadas en campaña.
Alfaro Ramírez gobierna una entidad que es el patito feo de Andrés Manuel, quién se ha encargado de agredir a la entidad, de las formas que usted imagine.
En semanas pasadas se evidenció lo anterior, con el desabasto de gasolina, que aquí fue más severo y prolongado que en otras entidades
Guanajuato y Michoacán, comparten el menosprecio del Presidente.
En el caso de Jalisco, son dos motivos que desatan las agresiones del Primer Mandatario.
En primer lugar, sus diferencias con Enrique Alfaro, quién pasó de aliado a enemigo político, por razones electorales.
Esa aversión presidencial, se tradujo en crueles recortes presupuestales, que descobijan a un buen número de municipios, que casi no tendrán obra pública este año, y probablemente los otros cinco.
Y es cuando uno recuerda aquel grito destemplado (y aquí sí, hablando de corridito), en campaña: «Al diablo las instituciones».
Y la primera institución que mandó al diablo, fue la Presidencial, al reflejar filias y fobias en el ejercicio de gobierno, lo que desnuda al macuspeño, como un puberto, en materia política.
Y con esa inmadurez, tal vez espera doblegar a Enrique Alfaro, un político duro y de un carácter recio, que está muy lejos de la genuflexión ante el mandatario nacional.
Me parece muy claro que AMLO se la cantó al Gobernador y a los jaliscienses, y habrá que recoger el reto. Sin caer en partidarismos, simpatías o antipatías, es tiempo de sumársele al Gobernador, por lo menos en este tema, para frenar al imberbe mandatario.
No es que agredan a Alfaro, agreden a Jalisco, como lo demuestra el desinterés presidencial, por un compromiso institucional, para terminar y poner en servicio el tren urbano.
Se han tardado los partidos, los diputados, los empresarios, las universidades, los alcaldes, y otros actores de la vida jalisciense, para toparle al Presidente.
¿Qué sigue, que nos mande a sus muchachos de la CNTE, como lo hizo con Aureoles?
Ya es hora.