Desde que me acuerdo, los empresarios del transporte urbano en la zona metropolitana de Guadalajara, son los más llorones. Buen dicen, que donde llora está el muerto.
Esa estrategia les ha dado grandes dividendos. Son especialistas en convencer y engañar al gobierno, hasta llegar al chantaje.
Los gobernantes caen redonditos, ante las amenazas y lloriqueo de los transportistas, a los que les conceden incremento de tarifas, a veces arriba de lo que esperaban.
Tienen bien ensayada su estrategia: dejan envejecer sus equipos, y empeoran el servicio, sobre todo en zonas populares.
Cuando el gobierno les reclama sus deficiencias, es hora de chillar, y tirarse al suelo, para que los levanten.
Luego se comprometen a hacer lo que nunca han hecho, pero que han ofrecido una y mil veces, al cabo que el tiempo todo lo cura, hasta las promesas incumplidas.
Al cabo, ellos tienen sobre cacabeza del gobernante, la espada de Dámocles, que es el paro del servicio.
Pero esta vez no se midieron, y sacaron a la Comisión de Tarifas y al Gobernador Alfaro, una tarifa que nunca soñaron, y beneficios como 80 mil pesos por unidad, para pagar con tarjeta, como el tren ligero, y hasta 200 mil pesos, para renovar equipo.
Y otra vez, ni lo uno ni lo otro.
Por lo que toca al sistema de prepago, es lo último que les interesa, porque la tarifa es de 9.50, y como casi nadie trae consigo la cantidad exacta, los transportistas se quedan con el humilde tostoncito, que les representa en conjunto, unos dos millones de pesos, como lo dice el periodista Mario Ávila. Así cómo.

No he visto una iniciativa gobernamental, para pedirle a los bancos, grandes cantidades de monedas de 50 centavos, para ponerla a disposición de la gente, y obligar a los chóferes a trabajar con las monedas suficientes, o no dejarlos trabajar.
Creo que falta una buena dosis de testosterona, para manejar al pulpo.