EL MITO DE LA INDEPENDENCIA Y ALGUNA QUE OTRA INCONGRUENCIA.

Con motivo de la conmemoración número 209 del inicio de lo que comúnmente la historia señala como Independencia de México amables lectores me permito tratar de explicar el porque es un mito el tema de la Independencia de México de España.

En principio nos tendríamos que preguntarnos primero si existía dos países uno denominado México y otro España, la respuesta es: no.

Coincido con Zunzonegui cuando bien nos señala que la mentira básica de este mito es decirnos que, tras siglos de dominio y esclavitud bajo las cadenas de la opresión española, México recuperó su independencia y continuó su historia…, un México que no existía antes de que llegaran esos opresores españoles. El mito nos pretende decir que en 1821 se independizó lo mismo que fue conquistado en 1521; hecho que carece de toda verdad histórica, pues no se liberó un señorío azteca de habla náhuatl, construcción de pirámides (basamentos) y culto de Huitzilopochtli, sino un reino hispano, de lengua española, con arquitectura barroca y neoclásica, católico…, y muy guadalupano.

La historia oficial sembró el cuento de plantear un pueblo mexicano unido que luchó durante 11 años en una guerra contra España, hasta que obtuvo la independencia. Se nos adoctrinó durante mucho tiempo la idea de que todos los héroes de la independencia hubieran estado de acuerdo, como si todos fueran aliados y amigos y hubiesen compartido un proyecto común.

Cuando la revuelta de Hidalgo en 1810 (en nombre del rey de España) poco tiene que ver con el proyecto republicano de Morelos, y que de hecho los seguidores de Hidalgo que sobrevivieron eran prácticamente enemigos de don José María … cuyo movimiento, de cualquier forma, no fue que nos dio patria y libertad, sino que el libertador, guste o no a los sacros guardianes de la historia oficial, fue Agustín de Iturbide, el hombre que nos dio patria, libertad, bandera y hasta el nombre para el país.

Otra parte del mito es que nuestra independencia estuvo inspirada en la de Estados Unidos y en la Revolución francesa, cuando éstas fueron llevadas a cabo por burgueses, ateos, masones, liberales, ilustrados y comecuras… y la nuestra la hicieron curas conservadores en un país sin burguesía ni ilustración. Pero es que para el mito general de México es decirnos que nuestra historia es la evolución del conservadurismo al liberalismo, por eso preferimos de padre de la patria a un Hidalgo que, eso sí, era muy ilustrativo, y no a un aristócrata como Iturbide, que, recordemos, recibió apoyo del clero para llevar a cabo la independencia, ¡bueno a Hidalgo hasta lo iban a excomulgar en su propia Iglesia!

Si revisamos con seriedad la historia será muy fácil descubrir que la Revolución francesa fue resultado de la ilustración atea y creó en los hechos un culto a la ciencia, en cambio nuestra independencia se hizo al amparo de la Virgen de Guadalupe, o ¿no?

La independencia de Estados Unidos la hicieron los colonos burgueses capitalistas, y en México, hasta en el siglo XXI pensamos que el capitalismo es nuestro enemigo, aunque veneramos a Juárez que llegó a presidente e impuso el propio capitalismo, ¿entonces?

Me gusta traer a cuento señalar el nivel de incongruencia que se tiene respecto a este tema, para ello baste un dato cultural: la bandera independentista fue la Virgen de Guadalupe, ¿cierto?, insignia que fue nada más y nada menos que la principal herramienta conquistadora, ¡sí! la misma que se le apareció a Juan Diego en 1531.

Nos damos cuenta que así es como se fue conformando un país mestizo donde se despreciaba al mestizo; fue así como se conformó una sociedad de grupos que se odiaban y veían con desconfianza mutuamente… así fue durante 300 años, y evidentemente así era en 1810. Para ese año eran los criollos, los descendientes de los conquistadores, los que más oprimidos se sentían por la corona española, y fueron los que encabezaron las diversas etapas de guerra de independencia. Criollos y mestizos se unieron sólo porque tenían un enemigo común: el español peninsular, y la coyuntura histórica les dio la oportunidad de quitárselos de encima, o ¿no es verdad que el indio fue la carne de cañón de ambos bandos en esa guerra?

 ¿Alguien se atrevería a afirmar que antes de 1810 no había odio y división entre indígenas, mestizos y criollos? y ¿no hubo una sola razón para que esto cambiara después de 1821?

Pero solo si entendemos y aceptamos que la independencia fue un proyecto criollo en todo momento, podremos entender el divisionismo posterior; de hecho, ni siquiera fue un movimiento de todos los criollos, ya que unos se veían más beneficiados que otros con ser parte de España o con la independencia.

Es de dominio público que criollos fueron Hidalgo, Morelos (sí, Morelos fue criollo según consta en su acta de bautismo) y Victoria, perseguidos y derrotados por el criollo Iturbe, quien posteriormente fue el que realmente obtuvo la independencia… su proyecto de independencia.

Otra gran desviación en la historia ha sido el plantearnos a la guerrea de Independencia como si fuera una sola, y no, no fue una misma guerra, por eso los sobrevivientes de la primera insurgencia, entre 1810 y 1815, si bien se unieron a Iturbide en 1821, sintieron que se les había arrebatado, y así fue, su guerra de independencia.

Es claro y contundente también que los primeros conflictos de México independiente fueron entre grupos étnicos, entre criollos, entre los sobrevivientes de la insurgencia original contra los iturbidistas, cada grupo convencido de que le corresponde el derecho de tener poder. El indio quedó igual de sometido antes y después de 1821, y el mestizo igual de discriminado, ¿o no es cierto?

Reconozcámoslo, México era culturalmente mestizo, y aun así el mestizo era discriminado por todos, es decir nació un México mestizo que odiaba al mestizo y un mestizo que odiaba a todos los demás. En claro, surgió un México donde los mexicanos se odiaban a sí mismos y por eso eran enemigos unos de otros.

¿Creen amigos que esto ha cambiado en el siglo XXI?, sinceramente no ha cambiado mucho. Sí, todos aceptamos en teoría que el nuestro es un país mestizo, pero no desaparece el trauma de la conquista y por lo tanto el odio al conquistador y que la estructura social no cambió ni con la independencia ni con la revolución, arriba quedaron los criollos, abajo el indígena y en medio, siempre en medio y odiado por todos, el mestizo.

Permítanme señalar otra incongruencia básica,  el mestizaje mexicano es cultural, pero la tradición de discriminación por el mestizo es parte de nuestra mente colectiva, es decir, por un lado somos mestizos que despreciamos al mestizaje, tenemos ínfulas de  de conquistadores sintiéndonos muy europeos, y por el otro lado nos sentimos muy indigenistas que siguen lamentando la conquista y pretendiendo que la mexicanidad es prehispánica

Se encontrará aquí, en el trauma del mestizaje nunca aceptado, la base de la crisis de identidad que es parte de una especie de trauma que impide que exista un pueblo unido, ese que cantamos en el Himno Nacional que jamás será vencido.

A ver, antes de la independencia teníamos a insurgentes contra realistas, a principios del siglo XIX, ya siendo independientes, había insurgentes contra iturbidistas, y una serie de conflictos políticos enmarcados en la lucha de dos logias masónicas: yorkinos contra escoceses; con el paso de tiempo el gran combate que desangró a México fue de liberales contra conservadores, de rojos contra mochos, ayer de izquierda contra derecha, hoy de chairos contra fifís pero nunca cambia el hecho de que somos enemigos unos de otros.

Amigos, estoy seguro que a estas alturas ya hemos detectado que la derecha plantea que debe haber finanzas públicas sanas, una administración responsable y no vivir del endeudamiento; nadie puede estar en contra de algo tan lógico. La izquierda plantea que ahora si ya es hora de la justicia social, que debemos tener igualdad de oportunidades, que es necesario abatir la pobreza; nadie puede estar en contra de algo tan lógico, pero en lugar del dialogo civilizado seguimos el eterno encono que, una vez más, nos ata al pasado y nos aleja cada vez más del tan anhelado futuro.

Otra provocación: ¿La raza es un invento de los racistas?, veamos, muy racista era Vasconcelos y por eso no es de extrañar que ese concepto vertido en el lema universitario venga de su mente. Si el concepto raza es ridículo en Europa, donde finalmente todos los tonos de blanco están fusionados, más absurdo es en América, donde se mezcló absolutamente todo. En México muchos dicen con orgullo que no somos racistas, pero vaya que lo somos, preguntémosle a los migrantes en el sur de nuestro país su opinión respecto del trato que les damos con el endurecimiento de la autoridad migratoria, en pleno año 2019, hagamos un mea culpa,  vivimos en un país donde, se diga lo que se diga, somos racistas.

Parece clasismo, pero cuando las clases sociales están determinadas en gran medida por el pigmento, y son bastantes inamovibles, eso es racismo, ¿o no? Cuando decimos “la mona aunque se vista de seda, mona se queda”, hay racismo; cuando volvemos diminutivo lo que consideramos indefenso, tonto, inútil o simplemente por debajo de nosotros, como el negrito, el prietito, el indito, hay racismo también. Cuando el naco tiene al fresa y el fresa tiene al naco, hay racismo. Cuando se hace patria matando a un chilango, hay racismo, cuando un antro tiene una zona VIP, hay mucho racismo. Cuando no hay indígenas ricos, hay racismo.

“Por mi raza hablará el espíritu”, muchos o desconocen o pretenden desconocer lo absurdo y vacío que este lema fragmentado que así como quedó no significa nada, más que la ridícula idea de que el mexicano es una raza, el latinoamericano, para ser más exactos, y de ahí que solo esa parte de América aparezca en el escudo universitario. Me explico, don José Vasconcelos, que era muy religioso, planteó como lema original de la Universidad Nacional Autónoma de México el de “Por mi raza hablará el Espíritu Santo”, pero el laicismo y anticlericalismo de Obregón hizo que se le quitara lo santo al espíritu.

El punto era que Vasconcelos pretendía decir que Dios hablará por nuestra raza, ¿cuál raza?, pues la cósmica!, la de bronce (Hitler tenía la suya, la pura), aquella que es resultado de nuestra mezcla. ¿Dónde empieza el mapa de América del escudo unamita de Vasconcelos?, exacto, comienza en el Río Bravo para dejar fuera a norteamericanos y canadienses, ¿racismo? ¿arrogancia?

Hermanos latinoamericanos, siempre se nos ha dicho, y estamos tan acostumbrados a vivir en la contradicción y la paradoja, que no caemos en cuenta de que lo que nos hermana a todos esos países es precisamente la parte que negamos: la hispanidad… porque desde luego no eran pueblos indígenas hermanos antes del siglo XVI.

Continúo siguiendo a Juan Miguel cuando afirma que no existe raza mexicana ni otra alguna. Existe la cultura mexicana y otras tantas, todas valiosas, todas con virtudes, todas con errores, todas ricas. No hay uno más mexicano que otro, ni se puede ser más o menos mestizo. No hay criollo ni indio puro; el blanco que come tamales ya tiene algo de indio, y el indio que es cristiano o guadalupano ya tiene algo de blanco. Hoy no hace falta México en europeo, no hace falta un criollo, ni un mestizo ni un indígena. Hoy hace falta un mexicano.

En México, por ejemplo, existe todo un discurso histórico que promueve la idea de un pueblo que desciende de los indígenas conquistados por los españoles, y no de esos últimos; esa es la historia que se enseña y se aprende y que por lo tanto se convierte en real, y esta realidad enseñada es la que genera identidad.

Veamos la diferencia, en países como Argentina y Chile, por ejemplo, y derivado también de sus propias versiones históricas, no se identifican como descendientes de patagones, aimaras o incas, sino que han desarrollado una identidad perfectamente basada en su origen europeo.

¿Seguimos creyendo que tuvimos una guerra de independencia, donde el pueblo mexicano, como un solo ser, se levantó en armas contra la tiranía y la opresión de los españoles, y durante 11 años luchó por su libertad, que le debemos evidentemente a Hidalgo? O tendremos ya la madurez de aceptar que esa guerra en todas sus etapas fue encabezada por criollos (básicamente los descendientes de los odiados conquistadores), que durante años los insurgentes, supuestamente como uno solo, se pelearon entre ellos en lugar de atacar al ejército virreinal, que Hidalgo murió a los 1º meses de que comenzara esa guerra que duró 11 años, y que en 1821 la independencia se dio al amparo de la Iglesia.

Reconoceremos por fin que Agustín de Iturbide, guste o no a los hacedores de novelas oficiales, escribió el Plan de Independencia (Plan de Iguala), negoció con Juan de O Donojú, firmó con él los Tratados de Córdoba, en los que el último Jefe Político Superior de la Nueva España reconoce la independencia; entró triunfante en la capital, recibió el poder de las autoridades españolas y firmó el acta de independencia el 28 de septiembre de 1821 (fecha en la que realmente deberíamos celebrar la libertad), todo negociado sin más muertos.

Aunque reconozco que la historia vendió mejor al revoltoso que al negociador.

Por: Juan Raúl Gutiérrez Zaragoza

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